Casados y Velados
Suele suceder que, leyendo algun microfilm de matrimonios de los años 1700 - 1800, encontremos la expresion "casados y velados" y "publicaciones matrimoniales".
Una búsqueda en la web me permitió encontrar estos conceptos: Una vez que se advertía la conveniencia de la celebración de la boda las familias de los novios se reunían para dar su visto bueno, acordar la fecha y planear el futuro inmediato de los recién casados, donde se celebraría la boda, donde viviría el futuro matrimonio y que cosas aportaría cada uno a su nueva vida en común. ...
El siguiente paso era hablar con el Párroco y pasar un mes "publicados". En la puerta de la Iglesia se comunicaba el próximo enlace por si hubiera alguien que tuviera algo que decir al respecto.
Ver ejemplo de Publicaciones matrimoniales en Italia
En tiempo de nuestros abuelos era bastante común mantener noviazgos de entorno a un año e incluso menos. Las bodas se celebraban normalmente en sábado y constaban de un doble ceremonial consistente en el tradicional acto de desposo, por un lado, y del "velado", por otro.
En el acto de velado se utilizaba una vela y un yugo, intervenían los padrinos que se colocaban a ambos lados de los novios. Todos sujetaban velas en sus manos, los novios eran cubiertos con mantos, la mujer totalmente y el hombre dejando la cabeza al descubierto, lo cual representaba que era libre. Sobre los novios se tendía también un cordel representativo del yugo. En ocasiones, el acto de velado no se efectuaba el mismo día de la boda, si esto ocurría se solía decir que solo estaban "medio casados" y procuraban ser velados en otra ceremonia junto a otra pareja. Lo de "velados" deriva del hecho de que se les cubría con el velo durante el rito.
Una vez casados y velados se consiente en la consumación del matrimonio y el compartir mesa, casa y cama; pero cuando falta la velación se deja la puerta abierta a la posibilidad de un divorcio extraño, puesto que el matrimonio no se ha consumado, y como no lo ha unido Dios, sí lo puede separar el hombre.
Todavía a lo largo del siglo XVIII la Iglesia insiste en los peligros que encierra el que los novios traten en público, se vean en lugares apartados, entren en sus respectivas casas, e incluso que puedan verse mientras duran los moniciones públicas. Se reitera el control sobre los no velados, considerando la ceremonia de la velación como la que termina la recepción del sacramento, y la que faculta para la cohabitación de los esposos. (Archivo Diocesano de Cáceres, Libro de Visitas, Riolobos, año 1736, leg. 15, fols. 289-304.
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